La Real Academia Española dice que la resiliencia es la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. Ciertamente no es del todo erróneo aplicar el término cuando encontramos un “uso corriente” en el que este es aplicado a personas y colectivos queriendo sugerir fortaleza, capacidad de sostener la adversidad y, en algunas ocasiones, hasta serenidad y magnificencia. No obstante, lo cierto es que de manera originaria este término tiene un significado mucho más insustancial. “Resilire” significa “saltar hacia atrás”, o “replegarse”. Este término simple y llanamente trata la capacidad de adaptación de ciertos materiales o sistemas para recuperar su estado inicial tras una perturbación de su forma original. De hecho, para los ingleses, la resiliencia no es más que una característica de los materiales y mide la resistencia elástica de un sólido, como podrían serlo un muelle o una viga. Lo cierto es que ningún autor ha sido capaz de aclararnos si su definición encuadra dentro de una capacidad, una competencia o una habilidad. Asimismo, también se desconoce si esta quiere hacer referencia a un proceso o a un resultado. De la misma manera, tampoco se ha conseguido aclarar si la resiliencia es un fenómeno estable, una condición variable en el tiempo, un rasgo o un fenómeno proactivo.
Si quieren cultivar la “resiliencia”, sería mejor que nos comenzaran a cultivar la longanimidad.
Porque la longanimidad, como toda virtud, es algo no sólo deseable, sino exclusivo de los humanos. A diferencia de la resiliencia, no la compartimos con vigas ni materiales inanimados. No mide nuestra capacidad de volver a nuestro estado original, ni valora nuestra habilidad para desplazar problemas y no afrontarlos. La longanimidad hace referencia a la constancia, la paciencia y la fortaleza de ánimo ante las situaciones adversas de la vida. La muestra quien es capaz de soportar con paciencia y constancia sufrimientos y dificultades sin flaquear en su ánimo. También recoge en su interior referencias a la bondad y la generosidad, bien sea en la conducta o bien sea en las ideas. Puesto que, la longanimidad, nos muestra como existe una decisión consciente de ser solidarios con el otro, especialmente cuando este está afrontando adversidades.
Para mí, lo mejor de todo es que, en esencia, todos poseemos esta virtud en mayor o menor grado, siendo íntegramente nuestra decisión educarnos en su ejercicio.