Estamos tan concentrados en nuestras cuitas internas y enfrascados con tanta pasión en debates, discusiones y tertulias, la mayor parte repetitivos y estériles, que nos olvidamos de que lo importante y sustancial pasa hoy más que nunca por la Unión Europea. La UE se encuentra en un momento muy interesante, de transformación de sus políticas. Pese a todos los pesares, el proyecto europeo es hoy más fuerte que cuando le cayó encima la crisis de 2008, pues entre tanto ha sabido hacer frente a la salida del Reino Unido y, además, la sacudida de la pandemia le ha ido muy bien.
La única forma de frenar las pulsiones populistas o los discursos euroescépticos es que el ciudadano medio encuentre en las propuestas de la UE respuestas tangibles a sus problemas. Ahora lo tangible es la campaña de defensa de los valores de la Unión, la respuesta sanitaria y económica a la pandemia, el otro gran tema es el clima.
Pero lo que viene es mucho mejor.
Los fondos de la reconstrucción llegan para quedarse, aplicando un amplio paquete legislativo de medidas para hacer frente al cambio climático, la introducción a las nuevas tecnologías, el apoyo al empleo, al desarrollo de la economía verde, circular…
Aunque muchos no terminen de convencerse el proyecto europeo tiene futuro, puesto como habrán podido comprobar, a pesar pesar de este último diluvio apocalíptico que ha sufrido Alemania, seguimos convencidos en que es necesario afrontar juntos un futuro muy problemático para sobrevivir como proyecto, como Unión.
Que la UE lidere estas políticas es importantísimo, pero no servirá de mucho si los gobiernos y los ciudadanos no nos implicamos a fondo. Porque después de todas las ventajas que nos ha dado la Unión, ahora toca arrimar el hombro por nosotros y por las generaciones venideras.
Si queremos plan verde y seguridad de vida debemos ser conscientes de que se va a encarecer la factura de vida en algunos puntos para implementar medidas preventivas otros puntos claves.
Por ello, como ciudadanos necesitamos desvincularnos de las políticas anticuadas de crecimiento económico, siendo conscientes de que esa transición es tan cara como dolorosa. Puesto que, si no es justa, será inviable o socialmente muy conflictiva.
Articulo de CÉSAR ARROCHA PLATA